Pierde el camino, pero nunca a ti mismo.
Sube y vive. Despégate de cada noción familiar que creas conveniente y comienza de nuevo cuando tengas que hacerlo.
Pierde. Sufre. Cambia si es necesario... Pero no te pierdas a ti mismo.
Busca espacios confinados, escondidos de la memoria y deja vestigios de tu ser. Háblate en clave, redacta tus propios códigos de literatura Danbrownsiana.
Escoge lugares del mundo para dejarte pistas que te recuerden, más allá de lo que hayas decidido, quién eres en realidad.
Y cuando el corazón te reclame a gritos silenciosos, cuando la vida tenga cara de querer rebasarte otra vez, cierra los ojos y permite que el viento te susurre un mapa etéreo. Llega de noche a aquel jardín olvidado, lee el mensaje que te dejaste escrito con sangre de tus nudillos y date oportunidad de recordarte otra vez.
Olvídate del mundo, pero no te olvides de ti.
Jamás.
07 octubre 2013
Suscribirse a:
Entradas (Atom)