Sentidos...

Te veo…

Inundo mi vista con tu cuerpo, beso cada rincón con la mirada. La invasión comienza mandando mis ojos de avanzada; te deseo, te anticipo, te imagino en mil escenarios distintos a través de mis pupilas y me delato de a poco, te dejo leer mis intenciones escribiéndote entrecerradamente lo que viene a continuación.

Te oigo…

Me embriago de tu voz, de tus sonidos y silencios; lleno mi ser de tus suspiros y la tímida exclamación que escapa de tu pecho cuando adivinas la proximidad del mío. Aprendo de ti escuchándote, mido mis reacciones y tus deseos; escucho tu nombre, no sé si por primera vez o quizá por última… una pausa; pronuncias el mío haciéndome una petición exacta.

Te huelo…

Impregno mi respiración con tus aromas; el de tu pelo, el de tu cuello; el olor de tus ansias y tu voluntad encendida; lleno mi ser con tu esencia, con tu tormenta perfumada. Inicio el ritual de adorarte, de poseer hasta la más sutil manifestación de ti… tu fragancia. Me anticipo al destino y etiqueto desde hoy mis memorias con tu aroma.

Te pruebo…

Intento tocar tu alma con mis labios; busco la manera de deducir tu cuerpo, de provocar tu locura conociendo tu sabor; de conocerte por completo llenándome de vías para quererte; para tenerte. Te beso orquestadamente, creando una estrategia mientras devoro tu pasión hecha mujer.

Te toco…

Y te escribo un poema con caricias; te aprisiono, te libero. Avivo el fuego de tu piel contra la mía mientras recorro tu alma por medio de tu cuerpo. Firmamos en sudor el cansancio irresistible de la batalla; mientras te lleno de mí, buscándome en tu interior; olvidando en cada roce dónde comienza uno, dónde termina el otro.

Te veo, te oigo, te huelo, te pruebo, te toco…

Finalmente te intuyo… sexto y último recurso para encontrar el punto exacto, el ritmo, la fuerza; la desesperación encontrada… la oportunidad única de invocar el hechizo lunar que cubre tu cuerpo desnudo, mientras el lobo aúlla en la distancia.